lunes, 12 de febrero de 2018

La jardinera 63

Fotografía familia Hernández-Aznar. Fotos antiguas de Zaragoza. Última década del siglo XIX. Línea Bajo Aragón.

La fotografía sigue siendo una fuente esencial de información sobre nuestro pasado que nos permite ver elementos urbanos desaparecidos, y como muestra un botón. En esta soberbia imagen podemos apreciar con nitidez dos de esos elementos de los que no queda más que el recuerdo: La puerta del Duque de la Victoria y el tranvía de tracción animal zaragozano.

En la imagen apreciamos la jardinera 63 atravesando el ingreso central de la puerta, destinado al tráfico rodado, siendo los accesos laterales los reservados a los peatones. El pequeño tranvía atraviesa el imponente arco de medio punto flanqueado por dos columnas acanaladas con capiteles jónicos, y se dirige hacia el Coso proveniente de la Estación de Cappa, sita en la actual plaza Utrillas.

Vemos a la izquierda, de pie y de espaldas con gabán largo y gorra, al revisor. Recordemos que el acceso al tranvía se realizaba por la plataforma trasera, en la cual un trabajador de la Sociedad Los tranvías de Zaragoza controlaba los billetes de los pasajeros.  A la derecha sentado, de perfil, un señor con bombín.

Situada en la plaza de San Miguel, junto a la iglesia del mismo nombre, la puerta fue construida en honor del general Espartero, también conocido como Duque de la Victoria. La obra sería sufragada por su amigo Juan Bruil.

La citada plaza había estado cerrada al Huerva por medio del conocido como muro de rejola (muro medieval que constituía el segundo perímetro murado de la ciudad) y la construcción de la puerta se hizo necesaria con el fin de unir el río con el Coso, permitiendo así la ampliación de la ciudad por esa parte.

Abierta al público el 5 de octubre de 1865, tan solo permanecería en pie unas decenas de años ya que, con el aumento del tráfico rodado y la llegada del tranvía eléctrico en 1902/1903, se replantearía su utilidad, debate que duraría una década, para comenzar su mutilación en 1911, fecha en la que se eliminaron los dos ingresos laterales. En 1919 desaparecería definitivamente con el desmontaje del arco central.
 

Por Nieves García-Arilla Oliver.

lunes, 5 de febrero de 2018

La protesta desbocada del verano de 1899 o como acabar en estado de sitio.


Prueba del carácter testarudo que nos adorna en Zaragoza, es el tema que me ocupa hoy, y que ha llamado mi atención de una manera especial. Leer la narración de ciertos altercados en calles y plazas que nos son tan familiares, le hace a uno reflexionar sobre nuestros espacios urbanos como testigos mudos de un montón de historias distintas, e inverosímiles en algunos casos.

Ya no estamos acostumbrados, afortunadamente, a incidentes civiles que alteren nuestra normal convivencia, y espero y deseo que no nos acostumbremos nunca a ellos.
Pero en el convulso y cambiante siglo XIX, las cosas eran distintas. Había comenzado para la ciudad con una defensa encarnizada por parte de la población civil contra el ataque francés, (gestas aquellas por las cuales ha pasado a la historia el arranque zaragozano) y terminaría con una serie de reivindicaciones sociales, laborales y políticas justas, que pasarían inevitablemente por incidentes sociales.

Recordemos que el conjunto de España atravesó una profunda crisis finisecular, con la pérdida de las últimas colonias en 1898 (Cuba y Filipinas). Como consecuencia de ello nacería el movimiento ideológico conocido como Regeneracionismo, cuyo principal representante sería el aragonés Joaquín Costa, que abogaba por la reforma de las estructuras sociales, políticas y económicas. En este caldo de cultivo que es España en ese momento, tenemos que enmarcar los acontecimientos que nos ocupan.

Allá por junio de 1899, el entonces Ministro de Hacienda Raimundo Fernández Villaverde presenta una reforma tributaria que tenía entre sus objetivos la reducción de la deuda pública. Entre las medidas tomadas por el gobierno se encontraba la aprobación al parecer de una serie de nuevos impuestos que levantarían ampollas.

Desde la Junta de las Cámaras de Comercio de diferentes localidades, se propuso cerrar los establecimientos durante tan solo una hora, de once a doce de la mañana, el día 26 de junio, para manifestar el descontento de la población por los mencionados impuestos. Pero lo que en otras ciudades quedó en eso, en un simple paro parcial, en Zaragoza fue un ”poquico” más allá.

La prensa zaragozana hacía mención a ciertos incidentes relacionados con los tranvías de mulas en el transcurso de dicha jornada:

“Las masas han hecho cesar la circulación de tranvías y coches, desenganchando las caballerías y llevándoselos los muchachos a cocheras, unos empujando y otros montados. Estos hechos han producido incidentes desagradables acompañados de amenazas y pedradas. La excitación popular iba aumentando en grado alarmante por lo que a la 1 se ha dictado estado de sitio y ha quedado la ciudad bajo mando militar.”

Al leer esta noticia, e imaginar que algo parecido sucediese en el 2018 en Zaragoza, no me he resistido a indagar más sobre los motivos y las consecuencias de semejante follón y he encontrado una impagable crónica de lo acontecido en diversos periódicos, algunos de ellos de tirada nacional, me quedaré en este caso con el Heraldo de Aragón del día 27 de junio de 1899:

“A las once en punto de la mañana han comenzado a cerrarse todos los establecimientos comerciales, formándose grandes grupos de gente”

Hasta aquí todo según lo previsto, una protesta legítima, pero al continuar leyendo la cosa comenzó a salirse de madre, al parecer los ánimos empezaron a calentarse, la gente empezó a concentrarse en la Plaza Constitución, actual Plaza de España, algunos de ellos pertrechados con las pancartas de rigor, porque si señores, en el siglo XIX la gente se manifestaba y lo hacía con pancartas también. En alguna de ellas podía leerse “Jarabe de estaca especial para ministros verdes” o “Abajo el caciquismo, Viva España. Viva la Unión de la Nación. Viva España y Aragón

Qué paradoja todo…

Ante la subida de temperatura de los ánimos, el incauto jefe de policía Sr. Andera se paseó entre la muchedumbre para intentar apaciguar los mismos y llamar a la calma, pero alguien le echó a la cara un puñado de arena y tuvo que retirarse y de aquí en adelante todo lo que ustedes puedan imaginarse antes de leer esta entrada se va a quedar corto.

Ya con la plaza a reventar y los ánimos enardecidos parece ser, que cualquier ocurrencia tenía gran éxito entre la concurrencia, que si vamos a entrar en el Casino mercantil a la fuerza, que si vamos a apedrear a la policía que si cojamos la espada depositada en la Basílica del Pilar por el general Polavieja (1838-1914), y arrojémosla al río o devolvamosela al susodicho, al grito de ¡Al Pilar!, ¡Al Pilar!, o cargarse los tranvías… 

“Pasaban en aquellos momentos por la Plaza de la Constitución varios tranvías. Los grupos se arrojaron sobre los coches, exigiendo a los conductores que volvieran a cocheras. Se rompieron los cartelillos que marcan la dirección de los coches. Cuando ya estos iban a retirarse, las masas invadieronlos desenganchando las mulas. Con grandes apuros pudieron los tranvías llegar a la Estación de Cappa, de donde ya no salieron en todo el día. La excitación de los manifestantes crecía por momentos.”

Y como avisaba antes, de aquí en adelante parece que al pueblo zaragozano hubiera sido poseído por alguna especie de espíritu guerrillero incontrolable y se hubiera echado en brazos de la algarada violenta sin cortapisas… y lean con atención la detallada crónica del Heraldo, porque va a haber de todo, carreras, heridos, asaltos, robos, voladuras y hasta cadáveres, sobran los comentarios:

La muchedumbre empezó a dar gritos. Un grupo numeroso situóse frente al Gobierno civil, y dando gritos penetró en la Diputación provincial, invadiendo los despachos del presidente y del vicepresidente de aquella corporación, de donde desaparecieron dos candelabros y una escribanía de plata.

Al tener noticia de lo ocurrido, ha salido el Gobernador con fuerzas de la guardia civil de a pie. Esta fuerza fue recibida a pedradas por los manifestantes. De esta refriega resultaron dos guardias civiles heridos y otros varios contusos.

Entonces dióse orden de que salieran fuerzas de la guardia civil de caballería, que también fueron apedreadas al presentarse.”

Aquí ya la cosa se había ido irremediablemente de las manos, no se quedó ahí:

“Cuando más excitados estaban los ánimos, apareció el general Borbón* de uniforme, y en carruaje descubierto atravesó entre la multitud. El general quiso hablar a los revoltosos y también fue apedreado. Entonces un escuadrón de la guardia civil dio una carga, escoltando después al carruaje que atravesó en medio de una lluvia de piedras.

*Con General Borbón se refiere el periódico a D. Francisco de Paula Borbón y Castellví.

“Los grupos continuaron por las calles, arremetiendo a pedradas a todos cuantos intentaban disolverles.

El Gobernador fue arremetido por un individuo con una navaja, y un inspector que quiso defenderle, recibió otro navajazo en la mano, que casi se la separó del brazo.
Antes dispararon los revoltosos un tiro contra el Gobernador, que por fortuna no hizo blanco.

Al mismo tiempo se había generalizado la lucha en las calles inmediatas al Gobierno civil, resultando catorce heridos.”

Metidos en faena y habiendo convertido la ciudad en una auténtica batalla campal, porque no seguir…

“Un guardia civil fue herido de tanta gravedad, que falleció pocos momentos después.
Un grupo de manifestantes pretendió dirigirse al Colegio de P. P. Jesuitas, con intención de incendiarlo; pero fuerzas de la guardia civil llegaron a tiempo para evitarlo.
Sin embargo, no pudieron impedir que comenzara a arder el vestíbulo.
En vista de la gravedad da los sucesos, el Gobernador civil ha resignado el mando en las unidades militares, declarándose la población en estado de sitio.”

1898. Paseo Independencia. Fuente: Facebook Fotos Antiguas de Zaragoza. Se distinguen las vías de la línea Torrero con el telón de fondo del desaparecido Teatro Pignatelli. Por aquí avanzaría la enardecida población zaragozana en dirección al también desaparecido Colegio de los Padres Jesuitas sito en el inicio del actual Paseo Sagasta.



Con el estado de sitio ya decretado y la ciudad fuera de control, la jornada se concluyó con la voladura de un polvorín, pero estos incidentes no solo duraron un día.

Continuara...



Por Nieves García-Arilla Oliver

Fuentes documentales: Heraldo de Aragón 26 y 27 de junio de 1899. La Vanguardia 27 de junio de 1899.